¿Qué es la «noche oscura del alma»?
La idea de la noche oscura, o alta noche del espíritu, nace en la mística cristiana y remonta, de modo particular, a Gregorio de Nissa, aunque es Juan de la Cruz, que le otorga un valor primario por la vida espiritual y por la experiencia mística.
Por Donato Calabrese
La noche oscura o Noche del espíritu, es una experiencia desoladora y mientras tanto privilegiada por la vida misma del alma, en la que Dios purifica y renueva, dejando «el intelecto en las tinieblas, la voluntad en la aridez, la memoria sin recuerdos y los cariños inmersos en el dolor y en la angustia».
Efectivamente, «el alma no puede adherirse a Dios a través de una unión trasformante o boda espiritual hasta cuando no se purifica de todas sus miserias y debilidades».
En esta Noche espiritual Dios dona de vez en vez un poco de alivio; pero el alma volverá enseguida a sentirse inmersa en las tinieblas, hasta cuando no entre en la última fase de la vida de perfección que es la unión trasformante.
Las primeras señales, si así podemos llamarle, de la que Padre Pio llama la noche del alma, remontan al año anterior, y precisamente en la carta escrita al padre Benedetto de san Marco en Lamis, dónde puntea, a tintes hoscos, el estado íntimo de su espíritu y los efectos de la oscuridad desoladora en la que sabía afanosamente la «lejanía» de Dios. Una tal situación provoca un dúplice efecto en su íntimo: el pensamiento que la misma alma haya sido infiel con su Dios y la cognición que el amor misericordioso de Jesús no deja de hacerse sentir en su corazón agitado, aunque él percibe intensamente la oscura noche del espíritu, por la que no filtra tampoco un rayo de luz divina.
Es la «noche oscura». Hasta ahora el alma ha vivido alegrándose de consuelos divinos y dejándose mecer del amor de Dios. Ahora, en cambio, las alegrías y los consuelos desaparecen completamente, y se encuentra hundida en la oscuridad más oscura de la fe, con un tormento que Padre Pio reputa parecido a las as almas que han perdido para siempre el Dios.
La idea de la noche oscura, o alta noche del espíritu, nace en la mística cristiana y remonta, de modo particular, a Gregorio de Nissa, aunque es Juan de la Cruz, que le otorga un valor primario por la vida espiritual y por la experiencia mística.
La «noche oscura» no debe ser interpretada sólo en sentido negativo, a causa del aridez espiritual que vive el alma, pero también como tiempo privilegiado en que la misma es purificada y transformada por el amor, uniéndose a Dios, como se entrevé admirablemente en estas versículas poéticas de Juan de la Cruz, el que la Iglesia Católica honra del título de Doctor Mysticus: «¡Oh noche que me guiaste!, ¡oh noche amable más que el alborada!, ¡oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada.
La «Noche» «consiste en una prolongada y profunda purificación de las facultades o potencias del alma: intelecto, memoria y voluntad. En este estado Bien la Cumbre purifica la sustancia del alma como el oro purifica en el crisol, haciendo experimentarlas el vacío interior, para llenarla de si. Soy la fe, la esperanza y la caridad, que tienen por sede el intelecto, la memoria y la voluntad, a purificar concretamente estas facultades del alma, por luego disponerla a la unión con Dios.
La luz de la contemplación infusa y la oscuridad de las mismas imperfecciones conducen el alma a un profundo tormento de amor, ya que percibe sus límites naturales que le impiden ser unida a Dios. Eso aún más empuja el alma a desear el amor de perfección que todo lava y purifica. Atravesando tal noche, el alma se pone resplandeciente como ocurre con la madera que, al contacto con el fuego, se transforma, primera perdiendo su humedad, luego secándose hasta a arder de luz nueva».
La Noche del espíritu no es, por lo tanto, una simple abstracción, pero pertenece a la vida cristiana y de modo particular a la experiencia sumamente espiritual. Como los escaladores de las cumbres alpinas, las almas místicas se encaraman sobre las cumbres del espíritu, a la búsqueda anhelante de aquel Dios que llama a la alegría y a la comunión, donando la ternura, el amor y el consuelo de su presencia; luego la purifica en la «Noche oscura». No al azar, Juan de la Cruz utiliza las mismas estrofas citadas antes, en otra obra suya que evoca la escalada de un monte: La Subida del monte Carmelo.
En describirle al padre Benedetto la alta noche del espíritu, Padre Pio afirma que, salida «el alma de esta prueba de fuego, se hace siempre aliviada principalmente por los vestidos del hombre viejo».
Padre Pio está solo. Sólo e inmerso en la desolación más desgarradora, continuando a querer creer y querer aquel mismo Dios que parece negarse de contestar a sus extenuantes invocaciones. No deja de creer y querer, «esperando» contra cada esperanza. Sin embargo, también en él están realizándolas lentamente admirables estrofas poéticas de Juan del Cruz: «¡oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!».
La noche oscura del alma es el último de un largo camino de purificación que Padre Pío vive en Pietrelcina.
Durante la misión del Gargano, la noche oscura noche dará paso a otra prueba que lo acompañará durante casi toda su vida.