Los católicos de todo el mundo están acostumbrados a ver la cruz latina dentro y encima de nuestras iglesias. Es uno de los símbolos más reconocibles y conocidos del cristianismo. Pero, ¿sabías que hay otras “cruces” que tienen una larga procedencia en el cristianismo? Además de nuestro símbolo familiar, también están las cruces griega, maltesa, papal, patriarcal y de San Andrés.
Quizás el patrón más antiguo de la cruz se llama cruz «tau», la cruz que está asociada con la orden franciscana. Pero, ¿sabías que lo más probable es que la “tau” fuera la forma estándar de la crucifixión romana? El miembro vertical ya estaba montado en el lugar de ejecución. El miembro horizontal era llevado por la víctima desde el lugar del juicio hasta el de su ejecución.
El nombre “tau” se asoció con la cruz por su forma y porque “tau” es la última letra del alfabeto hebreo ya en uso simbólicamente en el Antiguo Testamento. Ya se habla de ello en el Libro de Ezequiel: “El Señor le dijo: ‘Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y gimen a causa de las abominaciones… (Ez. 9: 4). La Tau era la señal colocada en la frente de los pobres de Israel, como señal de que iban a ser salvados.
Esto fue adoptado desde el principio por las primeras generaciones de cristianos que eran judíos. Fue por una doble razón:
Los cristianos adoptaron la Tau, porque su forma les recordaba la Cruz en la que Cristo fue sacrificado por la salvación del mundo.
Como última letra del alfabeto hebreo, profetizaba el Día Postrero y tenía la misma función que la letra griega Omega tal como aparece en el Libro del Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento le daré agua gratuitamente de la fuente del agua de la vida… Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Ap. 21:6; 22:13).
La Tau ocupó un lugar importante en el pensamiento y la vida de San Francisco de Asís, tanto que ocupó un lugar importante en su pensamiento. Para Francisco el antiguo signo profético se actualizó, recuperó su poder salvífico y expresó la bienaventuranza de la pobreza, que es un elemento esencial del estilo de vida franciscano.
“Cuando lo requería la necesidad o la caridad, San Francisco marcaba con este sello las cartas que enviaba” (FF 980); “Con ella comenzaba todas sus acciones” (FF 1347). La Tau era, por tanto, el signo más querido por Francisco, su sello, el signo revelador de una profunda convicción espiritual de que la salvación de todo hombre está sólo en la Cruz de Cristo.
Así, la Tau, que está respaldada por una sólida tradición bíblica y cristiana, fue recibida por San Francisco por su valor espiritual. El Santo de Asís se apoderó de este signo de una manera tan completa e intensa que, al final de su vida y a través de los estigmas impresos en su carne, se convirtió en la imagen viva de la Tau que tantas veces había contemplado, dibujado y especialmente amado.
Fuente: Frailes Franciscanos Conventuales